Aziz Sheikh a, Neelam Dhingra-Kumar b, Edward Kelley b, Marie Paule Kieny c y Liam J Donaldson d

a. Usher Institute of Population Health Sciences and Informatics, The University of Edinburgh, Teviot Place, Edimburgo, EH8 9D (Escocia).
b. Departamento de Prestación de Servicios y Seguridad, Organización Mundial de la Salud, Ginebra (Suiza).
c. Departamento de Sistemas de Salud e Innovación, Organización Mundial de la Salud, Ginebra (Suiza).
d. Department of Epidemiology and Public Health, London School of Hygiene & Department of Epidemiology and Public Health, Londres (Inglaterra).

Sírvase enviar la correspondencia a Aziz Sheikh (correo electrónico: aziz.sheikh@ed.ac.uk).

Boletín de la Organzación Mundial de la Salud 2017;95:546-546A. doi: http://dx.doi.org/10.2471/BLT.17.198002

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha anunciado la puesta en marcha del tercer reto mundial por la seguridad del paciente,1 cuyo objetivo es, en cinco años, reducir en un 50% la carga mundial de efectos nocivos yatrógenos causados por los medicamentos. La OMS aspira a conseguir un alcance y un impacto mundiales similares a los logrados en los dos anteriores retos mundiales: Una atención más limpia es una atención más segura y La cirugía segura salva vidas.2,3

En este tercer reto, cuyo título es Medicación sin daños, se invita a los ministros de salud a establecer planes nacionales que abarquen cuatro aspectos de la seguridad en el uso de los medicamentos: la participación de los pacientes y el público en general; los medicamentos como productos; la formación, capacitación y seguimiento de los profesionales sanitarios, y los sistemas y prácticas de la gestión de medicamentos. Además, la OMS debe utilizar su poder de convocatoria y de coordinación para impulsar una serie de medidas de alcance mundial relacionadas con la seguridad en el uso de los medicamentos.4

En el presente artículo nos centramos en tres áreas prioritarias de la seguridad en el uso de los medicamentos que afectan en mayor grado a los pacientes, del mismo modo que la higiene de las manos y la lista de verificación de la seguridad de la cirugía se eligieron como lemas principales en los dos primeros retos. Estas tres áreas son: las situaciones de alto riesgo, la polimedicación y las transiciones asistenciales. En cada una de ellas se producen numerosos daños a los pacientes y, por tanto, su gestión adecuada podría reducir este riesgo.

Hay algunas clases de medicamentos que pueden causar reacciones adversas con mayor facilidad: suelen ser los que tienen un índice terapéutico estrecho, lo cual significa que cometer un pequeño error de dosificación puede tener consecuencias catastróficas. Por ejemplo, el uso de warfarina como anticoagulante es una situación clínica de alto riesgo porque pueden producirse hemorragias cuando el índice internacional normalizado del paciente sea demasiado elevado, y trombosis cuando sea demasiado bajo.

La Comisión de Excelencia Clínica de Australia ha resumido las medicaciones de alto riesgo en el acrónimo «A PINCH» antinfecciosos; potasio y otros electrolitos; insulina; narcóticos y otros sedantes; quimioterápicos (chemotherapeutic en inglés) y otros inmunosupresores, y heparina y anticoagulantes.5 Sin embargo, esta clasificación no es exhaustiva; por ejemplo, hay otros medicamentos que conllevan riesgos para pacientes con enfermedades preexistentes, como la insuficiencia renal crónica.

Los investigadores se han centrado en determinadas clases de medicamentos importantes para elaborar intervenciones que reduzcan las lesiones causadas accidentalmente por su uso. En estas intervenciones se pueden utilizar soluciones para las que no se necesita mucha tecnología, como los diarios de medicación que deben rellenar los pacientes, o aprovechar las posibilidades de las tecnologías digitales, como los sistemas de apoyo a la toma de decisiones clínicas vinculados con las historias clínicas electrónicas.6

Hoy en día muchos pacientes deben tomar varios medicamentos, habida cuenta del aumento de la longevidad, del mayor acceso a un número más amplio de opciones terapéuticas y de que, con frecuencia, padecen más de una enfermedad. Por esta razón, la probabilidad de que se produzcan interacciones farmacéuticas es más elevada. Por otro lado, los pacientes de edad avanzada pueden encontrar más dificultades para cumplir con pautas terapéuticas que son complejas, y ello podría conducir a errores en la toma de la medicación.

Se han realizado algunos avances para determinar cuáles son los antecedentes de tratamiento farmacológico y las combinaciones de fármacos particularmente problemáticos, con el fin de establecer distintos niveles de riesgo y también métodos para reducirlos, entre otros la supresión de algunos medicamentos prescritos, como se ha hecho en el Canadá7 y en los Estados Unidos de América.8 Sin embargo, estas iniciativas solucionan solamente una parte del problema de la polimedicación.

La tercera área prioritaria es la reducción de los daños causados por los medicamentos durante las transiciones asistenciales9. Cuando, al trasladar a un paciente, no se comunica eficazmente la información relativa a los medicamentos o los factores de riesgo subyacentes, se pueden producir errores relacionados con la medicación. Esto puede ocurrir en traslados entre centros de salud (por ejemplo, de un centro de atención primaria a un hospital) o entre unidades de un mismo centro (por ejemplo, entre servicios de consultas externas de neumología y de cardiología).

Hay varias iniciativas encaminadas a mejorar la comunicación en estas transiciones: los procedimientos operativos normalizados para ayudar a conciliar la medicación, como el Proyecto «High 5s» de la OMS;10 el examen por el farmacéutico de la medicación que toman los pacientes en el ingreso y el alta hospitalarios; un resumen de la historia clínica que incluya los principales diagnósticos, alergias y medicamentos, y los sistemas que permiten compartir aplicaciones basadas en internet e historias clínicas electrónicas.

Estas tres prioridades del tercer reto mundial por la seguridad del paciente no se excluyen mutuamente, ya que muchos pacientes están expuestos al riesgo combinado de las reacciones adversas, la polimedicación y los errores en la comunicación. Los profesionales sanitarios deberían prestar especial atención a los pacientes que corren mayor riesgo de sufrir lesiones graves e incluso la muerte a causa de daños relacionados con el tratamiento farmacológico.

Para lograr mejoras en estas tres áreas es necesario que las instancias decisorias y los responsables de las autoridades sanitarias concedan prioridad a la seguridad en el uso de los medicamentos, tal y como hicieron en los dos primeros retos. Para ello deben comprender claramente el contexto en que los medicamentos pueden perjudicar a los pacientes en una amplia gama de entornos asistenciales. Hay varias medidas de aplicación para prevenir estos daños: la educación y el empoderamiento de los pacientes y sus cuidadores, la elaboración de herramientas de ayuda a los profesionales sanitarios que trabajan en primera línea y el diseño de nuevos sistemas de atención de más flexibilidad y resistencia frente a los factores que predisponen al riesgo de que se produzcan errores relacionados con la medicación.


Bibliografía

Fuente