Salud Pública en la Argentina: La ampliación del calendario de vacunación
En los últimos diez años, el calendario gratuito y obligatorio de inmunización se amplió de 6 a 16 vacunas, en una de las decisiones de salud pública más importantes de los últimos tiempos. Los resultados positivos de esta política del Estado argentino se evidencian en la disminución de casos de graves enfermedades.
En calendario de vacunación indica qué vacunas son obligatorias en un país para el tratamiento preventivo de enfermedades que son prevenibles. Conocer el detalle de cuáles son esas vacunas, y aplicarlas en los momentos establecidos por el calendario es una responsabilidad de los ciudadanos –especialmente de aquellos que tienen hijos pequeños–, de los profesionales de la salud y del Estado, a través de distintos estamentos.
En nuestro país, muchas de vacunas que integran el calendario –16 en total– serían, por sus costos, inaccesibles para gran parte de la población. El formar parte del calendario las vuelve tanto gratuitas como obligatorias.
En los últimos 10 años, la política de salud pública del Estado argentino ha llevado a que se sumara al plan de vacunación una decena de ese total. Es decir, sólo 6 formaban parte del programa antes de 2003. El calendario argentino actual es uno de los más completos de la región: el chileno incluye 13 y el de Uruguay 10 vacunas.
La política de inmunización gratuita implica, además de la inclusión de las vacunas en el calendario, otro tipo de decisiones, como la de producirlas en el país. En diciembre de 2012, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguró la primera planta de producción de vacunas y anticuerpos monoclonales, ubicada en la localidad de Garín, provincia de Buenos Aires, en la que se elaboran, por primera vez en el país, vacunas antigripales estacionales y pandémicas, vacunas antineumocócicas y anticuerpos monoclonales.
10 vacunas de los 10 años
En 2003 se agregaron al plan obligatorio las vacunas contra la hepatitis B –disponible gratuitamente para cualquier persona de cualquier edad, en todos los hospitales del país– y la triple viral, que se aplica a los 11 años. Dos años más tarde se añadieron la de la hepatitis A (se inocula a los 12 meses), y las vacunas contra las fiebres hemorrágica y amarilla, estas dos para zonas de riesgo. Se sumaría en 2008 la pentavalente para menores del año y en 2009 la triple bacteriana acelular.
Las últimas en incorporarse han sido la del virus del papiloma humano (VPH) y la del neumococo. La primera, indicada en niñas desde los 11 años para prevenir el cáncer de cuello de útero, fue aplicada entre octubre de 2011 y octubre de 2012 al 94 % de las chicas de esa edad en todo el país, casi 320 mil personas.
La vacuna contra el neumococo –realmente llamada “antineumocóccica conjugada”–, evita la neumonía y la meningitis, dos de las infecciones más importantes que produce ese microorganismo.
Específicamente en el caso de esta última vacuna, es central la aplicación de las dos dosis que establece el Ministerio de Salud para asegurar la eficacia de la inmunización. Su incorporación al calendario es una de las apuestas de salud pública más trascendentes de los últimos años: su costo en forma privada puede alcanzar los $ 500.-, por lo que su aplicación gratuita resulta central. El neumococo afecta con más frecuencia a niños y mayores de 65 años. En promedio, según las estadísticas, en el país se registran 50 mil neumonías al año y unos 500 niños menores de dos años fallecen por la enfermedad.
En forma excepcional, el año pasado, el Ministerio de Salud comenzó a aplicar la vacuna de la tos convulsa a embarazadas, a partir de la semana 20, con la intención de dar anticuerpos a los bebés en gestación. La decisión se relaciona con el crecimiento en los números de la enfermedad –también conocida como “coqueluche”– en todo el continente americano. La decisión convierte a la Argentina en el primer país en América Latina en aplicar esta política. En todo 2012 se vacunaron 276 mil embarazadas, cerca del 40 % aproximado de las mujeres en gestación.
Beneficios concretos de la vacunación
La aplicación y seguimiento del calendario de vacunación reduce directamente los índices de enfermedad y consecuentemente de mortalidad. Un claro ejemplo es cómo de los 65 mil casos registrados durante el brote de hepatitis A en 2005, en 2010, ya con la incorporación de la vacuna al programa oficial, se presentaron menos de 500 casos de la enfermedad.
Específicamente frente a esta mal, en abril de 2012, el Grupo Técnico Asesor en Vacunas de la Organización Mundial de la Salud respaldó los criterios de aplicación argentinos, de una dosis a los 12 meses. Nuestro país forma parte del reducido grupo de 11 naciones en todo el mundo que tienen la vacuna en su calendario gratuito y obligatorio.
El trabajo realizado en los últimos años ha permitido también controlar –y en algunos casos casi erradicar– enfermedades como la difteria, tétanos, hepatitis B, influenza B, poliomielitis, rubeola y paperas; a través de las vacuna pentavalente, la tripe viral y la sabín.
Desde el año 2000, una de las enfermedades más comunes del siglo XX en la Argentina, el sarampión, se encuentra erradicado. Es decir, hace más de una década no se registran casos autóctonos. Las últimas situaciones que pusieron en alerta a las autoridades se vivieron en 2010 cuando varios argentinos procedentes de Sudáfrica –habían viajado allí para ver el Mundial de fútbol– fueron diagnosticados con la enfermedad; y en mayo de 2012, cuando una mujer llegada de Europa –donde el virus no está erradicado– presentó síntomas.
“La Argentina es un país que se ha mantenido libre de la poliomielitis, que está manteniéndose libre del sarampión y de la rubéola y tiene bajo control epidemiológico otras patologías que son prevenibles por vacunación”, reconoció en octubre de 2011 Cuauhtémoc Ruiz Matus, coordinador de Inmunizaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En esa fecha se presentaron por última vez los resultados de la Evaluación Internacional del
Programa Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles. Según el informe –realizado por evaluadores internacionales y técnicos locales en ocho provincias argentinas–, cerca del 70 % de los municipios evidencian coberturas de más del 95 % de la población objetivo, uno de los más altos en la región.
Es que, para favorecer el cumplimiento del calendario, las autoridades de Salud a nivel nacional trabajan en forma coordinada con sus pares provinciales y con los representantes municipales, además de otros ministerios como el de Desarrollo Social y Educación.
Tal y como afirma el Ministro de Salud, Juan Manzur, ampliar los esfuerzos y lograr una mejor cobertura implica “un trabajo articulado entre educación, salud y desarrollo social en todas las provincias”. Por ejemplo, en la Argentina, parte de la Asignación Universal por Hijo se cobra en forma anual sólo si los padres presentan la documentación que confirma que el niño fue a la escuela ese año y cumplió con el plan de vacunación –de esta manera, la asignación resulta a la vez otra herramienta para el cumplimiento del programa–.
Si bien los beneficios de un plan de vacunación diverso, moderno y actualizado son mensurables a partir de estadísticas, sus alcances son por suerte demasiado amplios. La vacunación no sólo limita las posibilidades que tiene el vacunado de enfermarse, sino que también evita la circulación del virus o bacteria, lo que beneficia incluso a quienes no están inmunizados, ya sea porque no lo han hecho todavía o porque quedan por fuera del rango etario correspondiente. Del mismo modo, una firme política de vacunación obligatoria reduce la mortalidad infantil y colabora con el acceso igualitario a la salud a todos los ciudadanos.