La hipertensión arterial es sin duda una de los factores de riesgo más prevalente: un tercio de la población Argentina mayor de 18 años la presenta. La presión arterial elevada se encuentra involucrada en el 62% de la enfermedad cerebrovascular y en el 49% de la enfermedad coronaria.

Las recomendaciones internacionales sugieren que el promedio de la ingesta de sal de la población debe ser inferior a 5-6 gramos por día, sin embargo la mayoría de los adultos de todo el mundo consumen el doble de estas cifras. En la Argentina específicamente, en un estudio realizado por el Ministerio de Salud de la Nación, evaluando la excreción urinaria de sodio se encontró que el promedio de consumo de sal es de 11,2 gramos por día (12,7 g en hombres y de 9,8 g en mujeres). (1)

Estos alarmantes datos epidemiológicos motivaron en los últimos años a que organizaciones internacionales de salud, sociedades científicas y gobiernos se dedicaran en forma intensiva a desarrollar programas educacionales hacia la comunidad, con el objetivo de concientizar sobre los riesgos del consumo exagerado de sal. Según el Ministerio de Salud de la Nación, bajando el consumo de sal en toda la población un gramo, implicaría 2.000 muertes menos al año por causas cardíacas y cerebrovasculares.

Sin embargo, muy pocas veces se puede saber el real impacto de estas políticas sanitarias o de los programas educacionales en generar cambios de conducta en la comunidad. En este sentido, es clave estudiar a la población acerca de sus conocimientos y brechas con la realidad, para reajustar las comunicaciones.

Para conocer un poco acerca de las conductas del consumidor, se realizó una encuesta con la empresa Ohh Panel, estudio financiado por Aguas Danone de Argentina, que tenía como objetivo investigar acerca de los conocimientos que tiene la población sobre el contenido de sodio en los alimentos y bebidas que consume habitualmente, y que prácticas cotidianas lleva a cabo para reducir su ingesta total de sodio. (2)

Los resultados son más que interesantes. Ante la pregunta ¿De qué manera reduce la ingesta diaria de sodio?, el 51% respondió que agrega menos sal a los alimentos o consume menos alimentos salados.

Ante un listado de diferentes alimentos y debiendo indicar de cuál deberían cuidarse por el alto contenido de sal, el 62% colocó en primer lugar a los snacks, seguido por los embutidos (59%), enlatados (50%) y sal de la mesa (40%). Llamativamente, la carne vacuna (3%), las gaseosas azucaradas (12%), los quesos (13%) y los panificados (7%), registraron acotados niveles de menciones.

Una primera conclusión del estudio es que se observa una cierta confusión en reconocer las fuentes más importantes de ingesta de sodio. Hay una clara conciencia en reconocidos alimentos de alto contenido, como los alimentos envasados, pero desconocen otros de igual tenor de sal, como los quesos, carnes y panificados.

Otro dato para destacar es que el 82% opina que hay personas que tienen que cuidarse del sodio en el agua. Según la percepción del consumidor, para que un agua sea saludable debe ser baja en sodio. En este sentido, el 46% comparte la definición de que el agua con bajo sodio es más natural y el 37% sostiene que el sodio del agua trae problemas a la salud.

Este estudio confirma lo arraigado que se encuentra en la población el concepto que el contenido de sal de las aguas puede ser perjudicial para la salud. Incluso, algunas personas evitan consumir mucha agua porque temen que los niveles de sodio que contiene sean excesivos.

Realmente esta creencia no se enmarca en ninguna evidencia científica. A nivel nacional, la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial realizó un amplio documento relacionado con la ingesta de Sodio como componente de las aguas naturales y su implicancia sobre la presión arterial. Su conclusión más importante fue que el aporte de sodio proveniente del agua es poco relevante dentro de una alimentación variada. (3).

Asimismo, la OMS en su reciente guía sobre calidad de agua afirma que no está demostrada una asociación entre el contenido de sodio de las aguas y la ocurrencia de hipertensión, y en tal sentido no da ningún valor de referencia de la cantidad de sodio relacionado a la salud, sólo menciona que puede afectar el sabor del agua potable en niveles superiores a 200 mg/litro. (4)

Muchas de las tendencias favorables en cuanto a la modificación de los factores de riesgo que se desarrollan en la actualidad han ocurrido como consecuencia de una mayor conciencia a nivel popular acerca de sus beneficios. Estas medidas requieren que el conjunto de médicos dedicados a la atención cardiovascular se sumen a esta tarea docente. Al respecto, ha sido posible comprobar en el estudio que un 86% busca en su médico de cabecera información sobre cómo influye el sodio del agua y las comidas en la salud.

El éxito de educar en la salud dependerá de la continuidad de las acciones y la información de la población donde enfocamos las mismas.

Estamos convencidos que sembrar educación es cosechar salud. (5)

Dr. Ricardo Iglesias, Médico Cardiólogo. Sanatorio de la Trinidad Mitre. Fellow American College of Cardiology. MN.58310

Bibliografía

1. Ministerio de Salud de la Argentina. http://www.prensa.argentina.ar/2013/03/11/38976
2. http://www.ohpanel.com/#!prensa-oh/cyez
3. Revista Hipertensión Arterial,Volumen 3-N°1, Marzo 2014 (http://www.saha.org.ar/revista_HTA.php)
4. World Health Organization. Guidelines for drinking-water quality - 4th ed. 2011. Available on the WHO web site (http://www.who.int).
5. Iglesias Ricardo. Editorial. Revista Compartir Salud I. Año 2011.